La historia humana esta construida, entre otras cosas, por
muchos errores y una larga sucesión de injusticias. Los peores defectos humanos
han tenido un papel importante en el desarrollo de nuestra historia conocida.
La ambición, el egoísmo, la envidia, la vanidad o la ignorancia de algunos han
condenado al sufrimiento a muchos millones de seres durante muchísimos años. De
tener oportunidad, muchas de esas victimas, hubieran hecho lo mismo con sus
semejantes.
Entonces, nos preguntamos cual es el principal error que
hemos cometido para lograr este mundo repleto de desigualdades y en progresivo
deterioro. En suma, ¿Cuál es el origen de la desdicha humana?
Nuestra constante necesidad
de alimento y abrigo nos pone frente al primer desafío: procurarnos lo
necesario para sobrevivir. El entorno en que nos ha tocado nacer y el grupo
social que nos rodea definirán cuan dificultoso nos resultara esta tarea. La forma
en que nos relacionamos unos con otros formara una compleja red que determinara
las condiciones de nuestra vida. El medio material. A su vez, modificara el
comportamiento de los individuos que forman el grupo.
Quienes creemos que la vida no necesariamente tiene que ser
un valle de lagrimas, aceptamos que existen muchas adversidades imposibles de
eludir. Muchas otras, sin embargo, son
producto de condiciones evitables provocadas exclusivamente por un mal
comportamiento humano. No es fácil definir que significa “mal comportamiento”
ya que existen muchas acciones humanas que perjudican directa o indirectamente
a algunos y benefician a otros. Un escritor escribió: “hacer el mal es creer
que se tiene el derecho de tratar a los demás sin amor”.
Quizás el defecto principal que motive un mal comportamiento
sea el egoísmo. De allí, parecen derivarse otros igualmente dañinos como la
avaricia y la vanidad. La ignorancia, además, se encuentra en la raíz de todos
ellos. Cuando el ego domina nuestras acciones no hay lugar para el amor. Pensar
solo en nuestro beneficio es una actitud que podemos comparar con un tumor,
donde un grupo de células dejan de intercambiar información y elementos con sus
vecinas y se enquistan perjudicando al conjunto. El ego solo quiere recibir sin
compartir, y ambiciona cada vez más. Así desarrolla su avaricia y, como vive en
constante comparación, empieza a envidiar a quienes tienen lo que el anhela. El
ego prefiere el poder sobre los demás que sobre si mismo.
La vanidad es, también, producto del ego. La necesidad de
sentirse valorado o enaltecido por los demás es un ciclo sin fin en el que
nunca se tiene lo suficiente, donde el objeto de nuestra satisfacción no depende
de nosotros sino de algo que esta afuera.
La ignorancia es desconocer que los caminos del ego son como
una serpiente que se muerde la cola y que nunca dan lo que prometen. Como un
vaso con un agujero que, no importa cuanto ni cuan rápido se llene, siempre
acabara vacío.
En nuestras sociedades “civilizadas” el culto al ego es considerado virtuoso y
promocionado como una posibilidad de bienestar. Los seres más egoístas del
mundo son premiados con mas poder y son propuestos como ejemplos de éxito.
Ahora, deberíamos preguntarnos si es posible una educación donde
podamos desarrollar otras virtudes y consideremos a los demás como una parte de
nosotros mismos, así como también entendiéramos nuestro ambiente que no esta
afuera de lo que somos. Mucho más radicalmente, podemos preguntar ¿cuando
comienza el egoísmo? ¿Es aprehendido o esta incluido en nuestro mecanismo de
supervivencia? Posiblemente, gracias al
ego podemos desarrollar miedo y eso nos puede salvar la vida en determinadas
situaciones. Y no parece haber nada de malo en eso, pero los límites son
sutiles y podemos pasar rápidamente de la cautela a la cobardía. Así como
podemos pasar de conseguir lo preciso a acumular lo innecesario, perjudicando
el intercambio y favoreciendo a la miseria.
El primer paso para el cambio es comprender.
Cada acto importa.