
"He dedicado gran parte de las dos últimas décadas a visitar por todo el mundo las fábricas donde se hacen nuestras cosas y los basureros donde se desechan. Después de años de ver, frecuentemente y de primera mano, los impactos ambientales, sociales y sanitarias─muchas veces ocultas─de todo lo que consumimos, he desarrollado una especie de neurosis: cuando miro un producto─una taza de café desechable, un teléfono celular, una camiseta─su ciclo de vida completo parpadea ante mis ojos.
Instintivamente, cierta parte de mi cerebro repasa imágenes de campos petroleros en la tierra de los Ogoni, de fábricas de ropa en Puerto Príncipe, fábricas en Gujarat, barcos cruzando el océano, y basureros de aquí y del extranjero. Es una neurosis fascinante de tener, pero para ser honesta, a veces ha sido solitaria. Mientras que muchos amigos y colegas trabajan en cuestiones más fotogénicas como la preservación de la selva o cuestiones más visibles como la desigualdad social, a menudo he estado sola en mi fascinación por la basura. Ya no.
Es cierto: me encanta explorar la basura, visitar basureros, y revolver los cubos de basura en nuevas ciudades. Pero para mí, la basura nunca ha sido el punto final; es una entrada a cuestiones económicas, sociales y ambientales mucho más profundas─los mismos problemas que muchos están trabajando para solucionar. A lo largo de los años, he aprendido que no podemos resolver el problema de la basura trabajando sólo sobre la basura. Tenemos que examinar las fuerzas económicas y culturales que impulsan esta masiva producción de residuos y de alguna manera hacen que parezca tolerable. Del mismo modo, no podemos resolver la crisis climática, el agotamiento de los recursos o la injusticia social hasta que observemos lo que está impulsando esos problemas. Y cuando miramos lo suficientemente profundo, vemos que muchas de las causas son las mismas.
Mientras que alguna vez me sentí como una “loca de la basura”marginada, ahora me doy cuenta que soy parte de una gran comunidad de personas, en todo el mundo, que saben en lo profundo de nuestros corazones que algo está mal.
Mirar más a fondo puede ser difícil e intimidante. Es mucho más fácil convocar para que se proteja un bosque o para que se eliminen los químicos tóxicos de los productos de consumo, que hacer preguntas duras acerca de cómo estamos tratando a los demás y al planeta.A finales del 2007, Free Range Studios y yo hicimos una película animada, The Story of Stuff (La historia de las cosas), que buscó despertar la conversación acerca de los impactos ocultos de las cosas que consumimos. Nuestra esperanza era que The Story of Stuff inspirara a los espectadores a pensar acerca de las conexiones subyacentes entre una amplia gama de cuestiones y a pensar en grande sobre las alternativas más allá de las campañas individuales. Desde que publicamos la película online en www.storyofstuff.org, espectadores en unos 200 países y territorios han visitado el sitio más de 7,5 millones de veces. La película se ha exhibida en universidades, iglesias y reuniones comunitarias, e incluso en televisión. La respuesta me ha sorprendido de dos maneras.

WATCH THE FILM: A fun and fact-filled look at our production and consumption patterns.
VER LA PELÍCULA EN ESPAÑOL
Un día recibí correos electrónicos de un profesor de economía de la Universidad de Oxford y de un estudiante de cuarto grado de Michigan. El profesor, originario de India, explicó que, en Punjab, hay una expresión: encerrar el océano en un tazón. "The Story of Stuff", dijo, "abarca tanto que encierra el océano en un tazón". El estudiante de cuarto grado, que había visto la película en clase, dijo que The Story de Stuff era "totalmente impresionante" y llenó la página con docenas de smileys.
Hemos oído de personas que han incorporado The Story de Stuff en los programas de enseñanza, que han escrito canciones o creado espectáculos de títeres basados en ella, y que han organizado intercambios de cosas en el barrio inspirados por el nuevo deseo de tener menos cosas y más comunidad.
Mientras que alguna vez me sentí como una “loca de la basura” marginada, ahora me doy cuenta que soy parte de una gran comunidad de personas, en todo el mundo, que saben en lo profundo de nuestros corazones que algo está mal. Nuestra economía está fuera de pista. La mitad de la población mundial vive con menos de 2,50 dólares al día, incapaces de satisfacer sus necesidades básicas, mientras que un puñado de personas acumula obscenos niveles de riqueza. Nuestras industrias convierten los recursos del planeta en tierras abandonadas mientras hacen circular productos químicos tóxicos tan penetrantes que ahora están presentes en cada cuerpo, incluso en los de los recién nacidos. Y nuestra cultura nos alienta a encontrar satisfacción en el consumismo desenfrenado en lugar de la compasión y la conexión.
La avalancha de apoyo me ha demostrado que muchas personas reconocen estos problemas y desean un cambio—¡y son suficientes para hacer realidad ese cambio! No son sólo somos un puñado de nosotros en eco-zonas de vanguardia. En todo el mundo, padres, estudiantes, agricultores, activistas, líderes religiosos, escritores, ingenieros, científicos, pescadores, empresarios y muchos otros están de pie, haciendo uso de la palabra, pidiendo un nuevo tipo de economía y cultura que sirva al planeta y a sus habitantes, en lugar de sacrificar a éstos para el beneficio económico de unos pocos. Así que, a pesar de los terribles datos sobre el estado del planeta, me encuentro más llena de esperanza que nunca. No estoy sola.
No estamos solos.
Al mismo tiempo, otra respuesta me ha sorprendido. Esta es mucho más pequeña, pero compensa con maldad lo que carece en tamaño y en reflexión crítica. Desde el lanzamiento de la película, tanto ella como yo hemos sido acusados de ser anti-estadounidenses y de aterrorizar a los espectadores. Incluso me han llamado "Marx con una coleta". He recibido cartas de odio, con mensajes como "deberías mudarte a una choza de barro en Afganistán si no te gustan las cosas" y "eres una traidora por cuestionar el consumo". Incluso hay un blog discutiendo cuál es la mejor violencia física que merezco por atreverme a plantear estas cuestiones.
Every leader I admire throughout history has faced far greater threats than Fox News talk show hosts.
Estas respuestas me entristecen, no tanto por mí, sino por el lamentable estado del discurso público en este país. ¿Qué significa para nuestro país si uno debe soportar tal odio por plantear cuestiones importantes sobre el agotamiento de los recursos, los químicos tóxicos, la seguridad del trabajador, la justicia económica y el consumo excesivo? ¿Por qué no es visto como un servicio a nuestro país el hecho de señalar dónde nos hemos extraviado, donde nuestros sistemas económicos e industriales ya no sirven a la gran mayoría de las personas del país─o del planeta? ¿Por qué es tan inaceptable decir, "Podríamos hacerlo mejor"? ¿Que lo diga no es una muestra de respeto? ¿De esperanza?Sé que podemos hacerlo mejor. Podemos diseñar y realizar nuestros productos sin estropear el medio ambiente o la salud. Podemos compartir los recursos del planeta de una forma más equitativa. Podemos reemplazar una cultura de consumismo sin control por una de admiración y agradecimiento hacia este planeta fenomenal y las personas con quienes lo compartimos.
Ahora que sé cuántas personas comparten esta visión, estoy más convencida que nunca de que podemos llevar a cabo esta transición. Y ahora que he visto de primera mano la crueldad de la resistencia, veo más claramente los obstáculos estructurales y culturales que enfrentaremos.
Por lo tanto, escriban artículos y blogs, hagan preguntas en clases y en la iglesia, visiten a los funcionarios electos y planteen estas cuestiones dondequiera que vayan. Con el cambio climático tan grave como lo es, el futuro del planeta tal como lo conocemos está en juego. Ahora sería un buen momento para que la gente empiece a hablar acerca de las soluciones. El proyecto The Story of Stuff va a continuar haciendo su parte para subir el volumen en estas discusiones. Nos estamos asociando con organizaciones aliadas para producir nuevas películas y lanzar un sitio web interactivo que permita a los visitantes compartir información y adoptar medidas colectivas.
Tenemos que ser valientes, necesitamos apoyarnos el uno al otro para avanzar y necesitamos mantenernos enfocados, pensar en grande y amar con fuerzas. Y, al hacerlo, no estaremos solos.

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